Web de crítica de cine y series. Lo coordina Yago Paris, crítico colaborador de Revista VOS, Cinema ad hoc, Cine Divergente, Revista Insertos cine y Nokton Magazine. Críticas de cine actual y de otras épocas. ¡Cine, mucho cine!
Mediatizada por su mastodóntico
ejercicio formal, Victoria (Sebastian Schipper, 2015) llegó a la cartelera
española hace poco más de una semana, con una puesta en escena capaz de
comandar la estrategia de marketing de la distribuidora: ‘La nueva película rodada en un único plano secuencia’,
remarcan. La forma se come al fondo, y en este caso un recurso tan llamativo,
que con demasiada frecuencia arrastra a los realizadores al lado oscuro del
concepto de autor, nubla las mayores virtudes del film, que se encuentran en su manejo del tono y
su curiosidad por solapar géneros. La cinta arranca
con fuerza y se desarrolla con la fluidez del plano secuencia, cuando quizás
todavía estaba justificado en la obra. Relaciones se establecen por casualidad, germinan en un
instante y, antes de que nos hayamos dado cuenta, estamos callejeando por otra
ciudad europea –Berlín, esta vez– con la chispa del diálogo y la empatía de lo
que capta a la vida misma. Y es que, sin alcanzarle, Sebastian Schipper aspira
a ser Richard Linklater en su trilogía Antes del… (1995-2013).
Aunque Victoriasea más cercana a Stockholm(Rodrigo Sorogoyen, 2013)
en el arranque, el desarrollo y en el quiebro a mitad de metraje -que divide la
narración en dos entes prácticamente autónomos-, por el bien de esta crítica el
análisis seguirá el hilo de Linklater, que no deja de ser la fuente de la que
estas otras dos propuestas beben hasta la saciedad.
La película
alemana comparte cartel con una francesa que toma el mismo referente para
desarrollar sus planteamientos, pero ambas lo reinterpretan y adquieren su
identidad propia. 3 corazones (3 coeurs)
es el nuevo trabajo del veterano Benoît Jacquot. Filmada en 2014, llega a
España en el tercio final de 2015. El director de La chica sola(La Fille seule, 1995) o Adiós a la reina (Les adieux à la reine,
2012) escribe, junto a Julien Boivent, una historia sobre encuentros fortuitos
y jugadas del destino. La esencia de Antes del amanecer (1995) nace en la
manera en que el personaje principal conoce a las dos mujeres con las que
comparte protagonismo. Benoît Poelvoorde llega a nuestros cines por tercera vez
en menos de un mes, tras El precio de la fama (La rançon de la gloire, Xavier Beauvois,
2014) y El nuevo Nuevo Testamento (Le
tout nouveau testament, Jaco van Dormael, 2015), y lo hace acompañado por Charlotte Gainsbourg (Nymphomaniac. Volumen 2, Lars von Trier, 2013) y Chiara Mastroianni, que ya compartía set de rodaje con Poelvoordeen Elprecio de la fama y que interpreta a una de las hijas de la mítica
Catherine Deneuve, su madre en la vida real y también participante en El nuevo Nuevo Testamento. Las coincidencias e imprevistos del texto atraviesan
la dimensión metacinematográfica.
El actor belga y las dos primeras
actrices citadas construyen un triángulo amoroso que oprime en sus tiranteces.
Dos encuentros fortuitos y un déjà vu
premeditado que posibilita la gran casualidad de la que nace el conflicto de la
trama. Jacquotarranca como Linklater, pero el fotograma está cubierto por una
pátina de densidad, que colapsa de emociones el relato. El estado anímico de la
historia es frágil, inestable, como así lo es su
banda sonora, que solapa melodías alegres de piano con latigazos de
sintetizador que recuerdan a los fogonazos de trascendencia del cine de Christopher Nolan. La obra
arriesga al elevar su estado emocional de base, pero lo que podría descarriarse
en una sensiblería descontrolada encuentra el punto exacto entre la
comprensión, el cariño, el egoísmo y la pasión. Y el trabajo de casting en este
aspecto es excelente. La seducción trasnochada de Poelvoorde plasma la
presencia de Marc, un personaje que se asoma al precipicio sin desearlo pero
sin hacer por evitarlo. Sin embargo, la dupla femenina es lo realmente
destacable. Chiaray Charlotte funcionan como las dos caras de un mismo
sentimiento. La primera, Sophie, transmite la promesa de una vida feliz,
apacible, romántica y generosa, pero quizás excesivamente tranquila; la
segunda, Sylvie, más imperfecta pero arrebatadora, la pulsión en estado puro,
la inestabilidad adictiva, la adrenalina de la incertidumbre.
Benoît Jacquot teje la estructura
de un triángulo, que, visto desde otra perspectiva, se convierte en escalera,
en una concreta, en la del poder en las relaciones, que sitúa al personaje
masculino en el medio de los dos femeninos. Marc domina a Sophie pero está a
merced de Sylvie. Un duelo, este último, que por momentos se mide como un
choque de iguales y da lugar a los momentos más intensos, y a la postre sugerentes,
del relato. El personaje de Chiara Mastroianni es arrollado por el tren de la
tragedia en el que viajan sus dos compañeros de ficción. Una situación muy
similar a la que se vivía en Two lovers (James Gray, 2008), en la
que la relación más estimulante era la más caótica, en aquel caso la que se
establecía entre Joaquin Phoenix y Gwyneth Paltrow. A fin de cuentas, el cine
se nutre de conflictos.
El director galo maneja la
intensidad del relato, no así su desarrollo. La historia funciona en las
situaciones que plantea, y la tragedia se intuye en el tono que le aplica a la
narración. La construcción de la obra comienza a chirriar con una difícilmente justificable voz
en off, ese recurso casi tan espinoso como el propio plano secuencia que abría
este texto. Su innecesaria sobreexplicación contrasta con la elocuencia de los silencios
en los que se gestan las relaciones de esta película,
por lo que no termina de entenderse el resbalón de este danzarín de las
emociones. El triángulo se estrecha con el avance del metraje y el yugo asfixia
a una trama que desemboca en un callejón sin salida. Es cierto que 3corazones es imperfecta, pero no menos real es la sensación de que a
Jacquotle interesa más lo que surge de las situaciones que coescribe, y es en
algunos de esos momentos cuando todas las piezas encajan y los destellos de
tempestad emocional se canalizan en un celuloide que, a ratos, vive.
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