Web de crítica de cine y series. Lo coordina Yago Paris, crítico colaborador de Revista VOS, Cinema ad hoc, Cine Divergente, Revista Insertos cine y Nokton Magazine. Críticas de cine actual y de otras épocas. ¡Cine, mucho cine!
En uno de sus espectáculos humorísticos que combinan música
y monólogo, Palabras que van juntas, Joaquín Reyes alerta de una serie de
tópicos que envenenan la comunicación. “cita ineludible”, “fecha señalada”,
“antiguas pesetas”, vocablos que, a base de aparecer siempre emparejados, han
perdido su significado y se han convertido en un lugar común. Combinaciones que
se instalan en el cerebro y que cuesta eliminar. Algo similar ocurre con el
cine asiático, inmediatamente asociado a ritmo lento, a contemplación, a
introspección. Cine aburrido, más de una persona diría. Generalizaciones,
intentos por acercarse a la realidad, que siempre la dejan suficientemente
cerca como para observarla, pero suficientemente lejos como para no conocerla.
Cine asiático+aburrido: palabras que van juntas.
Hay cierta verdad en toda generalización. En gran medida, el cine asiático tiende a las historias introspectivas, como reflejo de la filosofía, la cultura y la religión en estos países. Pero también hay cierta mentira en toda generalización, y el cine surcoreano sirve de ejemplo para desmontar estas ideas. De lo más poético (Kim Ki-duk) a lo más terrenal (HongSang-soo), la cinematografía de este país puede ser tan parsimoniosa como trepidante resulta la filmografía de Bong Joon-ho, en la que destaca Rompenieves (Snowpiercer, 2013) y su acción postapocalíptica. Niebla (Haemoo, 2014) toma este modelo, apostando por la acción sin desatender el dilema moral, confeccionando un trabajo de calado y buen hacer narrativos.
El hasta entonces guionista Shim Sung-bo da el salto a la
dirección, y lo hace de la mano de uno de los realizadores para los que había
trabajado, el propio Bong Joon-ho, junto al que había desarrollado Memories ofmurder (Crónica de un asesino en serie)(Salinui chueok, 2003). En Niebla
comparten labores de guionista, pero el primero se coloca tras la cámara,
puesto en el que debuta, y el segundo ejerce de productor. Basada en hechos
reales, la historia relata cómo la tripulación un barco pesquero en ruinas que
decide traficar con migrantes ilegales chinos que quieren llegar a Corea del
Sur, a pesar de la acuciante crisis que a principios del siglo XXI se vivía en
este país. Una crisis que afecta especialmente al sector naval y fuerza a este
grupo de pescadores a delinquir en busca de comida que llevarse a su boca y a
la de sus familias.
La trama se establece en clave de tragedia inevitable, de
comienzo apacible y tempestad final, lo que recuerda a La tormenta perfecta
(The Perfect Storm, Wolfgang Petersen, 2000). Lo que las distancia hasta
extremos opuestos es el enfoque con que se narra. La película oscila entre la
acción pura y el suspense, impregnada siempre por un drama que oscurece la
narración. Como es habitual en el cine de extremo Oriente, el dilema moral es
uno de los puntos fuertes. La obra se atreve a ir más allá de lo que se
acostumbra en Occidente en este tipo de producciones, revolviendo en el asiento
a la audiencia con facilidad y sin efectismos. Los dos primeros tercios del
relato se caracterizan por la creciente tensión con que unos acontecimientos
llevan a los siguientes. La burbuja se hace cada vez más grande y sólo es
cuestión de tiempo que explote. Y lo hace.
La niebla del título es real y conceptual. Aparece en la
segunda mitad del film y lo hace para quedarse, sumiendo a la nave del óxido en
una pesadumbre de oscuras consecuencias. Se entra en un tiempo muerto, la
realidad se suspende y los límites de las leyes sociales se deforman. La niebla
es real, pero también funciona como metáfora de la ceguera con que los
involucrados en el suceso actúan, en un estado de locura transitoria que acaba
establecida como la norma de conducta, en constante crecimiento hasta rayar el
salvajismo. En este punto de la película, el realizador surcoreano se
reivindica como un autor con visión cinematográfica. Sus inicios en el guion no
convierten su obra en un libreto filmado; al contrario, el poderío visual
lidera el desarrollo de toda la historia y despunta cuanto más se recrudece la
trama, cuando más necesaria es su labor. Con un estilo fluido y el protagonismo
de una fotografía de lúgubres tonos grises y amarillentos, la tragedia se
empapa de decadencia y la sangre sumerge en el olvido alguna que otra subtrama
irrelevante, a la que consigue extraer destellos de belleza pictórica
arrebatadora, sin jamás perder su gusto por el espectáculo más estimulante. También le he escrito una versión reducida. Puedes verlo como un extra del DVD: Críticas en 30 segundos #107 - Niebla (Haemoo)
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