La vida es sueño
Desde hace casi una década, el cine
de Christopher Nolan se viene decantando notoriamente por la acción más
espectacular, pero, a pesar de que sus prometedores inicios apuntaban hacia
algo más personal, las historias siempre han sido un referente innegociable en
sus proyectos, dando lugar a productos que estimulan la vista y el cerebro,
alcanzando, con Origen (2010), su
obra más ambiciosa hasta la fecha (a la espera de Interstellar (2014)).
Caracterizado por el uso de premisas
sorprendentes e innovadoras, en este caso supera todas las expectativas y
presenta una inmersión llamativamente realista y luminosa en el habitualmente siniestro
y surreal mundo de los sueños, de la mano de un oscuro Leonardo DiCaprio, en
constante lucha interna, anclado en su pasado, viviendo en sus recuerdos y
subsistiendo en el mundo real, cuya compleja evolución, algo pretenciosa, pasa
por vencer sus fantasmas internos y supone un inquietante paralelismo con la
trama principal, en la que la catarsis planteada quizás sea la suya propia.
Sin embargo, se trata de una
película más complicada que compleja, cuya abrumadora premisa impide, en un
principio, ver lo sencillo del planteamiento, a raíz del cual se teje toda una
serie de divergencias y matices que culminan en la construcción de cuatro
niveles de sueño, de sobreexplicado funcionamiento, pero atractivo desarrollo y adecuado montaje,
que, sin embargo, sufre una dura estocada en su precipitado tramo final, en el
que se le deniega un metraje previamente malgastado, primando la
espectacularidad sobre una historia demasiado preocupada por ser trascendente
en todo momento, la cual, siendo apasionante por momentos, se trastabilla
cuando opta a alcanzar la gloria.
Nota: 7.
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