La calmada extrañeza del terror anticlimático

Es esta divergencia la que le permite establecer lazos con las dos etapas de David Cronenberg. Desde el terror grotesco de La mosca (1986) hasta la gélida puesta en escena de Un método peligroso (2011), pasando por la fotografía siniestra de Promesas del Este (2007). Todo ello, culminado en unas inquietantes conversaciones de restaurante, rodadas en unos primeros planos con rostros cuasi imperceptiblemente deformados, que recuerdan a las escapadas de su peculiar road-movie, Cosmopolis (2012).
No obstante, es el tono el que se sitúa en las antípodas del director canadiense. Su ligereza en el tratamiento del terror genera una constante sensación de as en la manga, que nunca termina de culminar, pero que demuestra gran inteligencia en su manejo del género. Si bien menos llamativa que La cabaña en el bosque, consigue ir más lejos en ciertos aspectos, como el constante juego con los momentos inesperadamente anticlimáticos, o el pequeño episodio en una tan justificada como genuina animación tradicional. Destellos de humor absurdo consiguen arrancar ligeras pero trabajadas carcajadas en un relato tan sosegado como estimulante, que, sin embargo, quizás podría haber aspirado a más.
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