Efervescencia

Los brochazos iniciales de crítica social apuntan a una ruptura del orden establecido que sutilmente plasmaba la destacable Los Boxtrolls (2014). Sin embargo, como ya ocurría en otro spin-off del estudio Dreamworks (El gato con botas,
2011), su autoimpuesta condición de película menor limita sus
aspiraciones a convencer con su humor y aprovechar el tirón mediático de
sus carismáticos animales. Como consecuencia, la inconsistente trama da
vueltas sobre sí misma, buscando excusas para prolongar las peripecias
de estas clownescas aves y olvidándose de encontrar una motivación de
peso para su insustancial antagonista.
Pero lo que la diferencia del felino
espadachín y la convierte en un producto estimable es el desbordante
humor que trenza. Su ritmo frenético, aunque descontrolado, bombardea la
pantalla con hilarantes gags de varias capas de profundidad. Sin llegar
a innovar, acierta en el tono autoparódico y el humor metarreferencial
de clásicos del género como Aterriza como puedas (1980) o Top secret
(1984), en una suerte de plumíferos hermanos Marx en labores de
espionaje. Una película que desaparece según tiene lugar, pero sembrando
carcajadas a su paso.
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