La diversión visual



El estilo visual sigue las líneas que ya se trazaron tres años atrás, pero en esta secuela se nota un mayor desarrollo de las ideas del director, que parece tener mayor terreno para profundizar en lo que realmente le interesa. Siendo un humor basado en el gag visual, el animador explota todos los recursos que con tan buen gusto exponía en sus series de dibujos más destacadas –El laboratorio de Dexter o Las Supernenas–, como esos silencios que se estiran como lo hacen las carcajadas que los acompañan, y que contrastan con esos cambios de postura y movimientos de los personajes a la velocidad del sonido. La película se entrega a la comedia y la trama se convierte en poco menos que en una excusa. Cuanta más presencia tiene, peor funciona, y aunque la parte final amargue el divertimento, la forma se impone sobre el fondo y la sensación es la de haber asistido a una animación con personalidad y desparpajo.
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